Han hecho falta diez años pero finalmente, he visto Braveheart. Siempre pensé que se trataba de una larga, aburrida y sangrienta película; además el que Mel Gibson sea director, productor y protagonista indiscutible, aumentaba mis reticencias pero estaba equivocada.

Ganadora de cinco Premios de la Academia, incluyendo el Oscar a la Mejor película, estrenada en 1995. Es una película épica basada en la vida de William Wallace, un héroe nacional escocés.

De niño Wallace perdió a su padre y a su hermano a manos de los ingleses. En ese momento pasó a la tutela de su tío Argyle que lo lleva al extranjero para que tenga una buena formación. Años después vuelve a Escocia con la intención de vivir en paz, pero no puede ser. El cruel rey Eduardo I de Inglaterra quiere conseguir para él la corona de Escocia y anexionar el país, aprovechando que el último rey no tuvo herederos para lo cual, entre muchas otras maldades, endurece su opresión al restablecer el derecho de pernada.


Cuando su amada Murron McGlannough, con la que se había casado en secreto, es asesinada por el Sheriff de Lanark, su determinación de luchar a muerte para liberar a Escocia del yugo inglés ya no tiene marcha atrás. Su valor, carisma e inteligencia hace que sus filas se llenen de voluntarios...



Un discurso 100% motivador

El argumento de la película, la disparidad de sentimientos (tristeza, alegría, miedo, amor, esperanza, dolor, fuerza, odio...) que provocan en el espectador y el realismo de las escenas hacen de Braveheart, un peliculón.

Qué haríamos sin libertad
(*) Si no habéis visto la película cuidado con Wikipedia porque la cuenta de principio a fin.

 
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