Me acaban de contar una historia que si no lo leo, no lo creo. Es tan rematadamente absurda como real.

Había una vez un joven estadounidense de 39 años llamado Trevor Gladston Junior que un día soleado salió de su casa para ir al banco. Llegó con su coche y aparcó en la estación Marta de la ciudad de Chamblee. Desde allí fue a pie hasta el Wells Fargo Bank donde le pasó a uno de los cajeros esta curiosa nota: “Danos el dinero ahora o empezamos a disparar”.

No se dió cuenta que no es buena idea amenazar con disparar a alguien que está detrás de un cristal blindado sin que parezca que cuentas con un montón de compinches apuntando al resto de clientes. Y como imaginaréis, el farol le salió mal y tuvo que salir raudo y veloz del banco.

Volvió a la estación y allí, en lugar de coger su coche por si le reconocían, cogió un taxi. Se dió cuenta que no tenía dinero y mandó a la taxista volver a la estación para poder coger dinero de su coche y así pagarle. A la taxista no le resultó convincente y viendo el probable simpa bloqueó su taxi con un coche para evitar que escapara y avisó a un policía que estaba en la zona. La policía le dió una opción amable, le dijo que fuera al banco más cercano a sacar dinero para pagar pero ¿a qué no adivináis cuál era el banco más cercano?. Pues sí, curiosamente el banco más cercano resultó ser el mismo del que huyó.

Varios empleados del banco le identificaron y Gladston acabó, el soleado día, acusado de intento de robo a mano armada.

¿No os parece una historia de locos?